domingo, 21 de noviembre de 2010

El REINO ESCONDIDO: Conocer a Jesús, el Cristo.

La vida en Cristo, que es camino de discipulado y de crecimiento en el amor, es un continuo conocer a Jesucristo, su vida, su mensaje, el misterio mismo de su persona humana y divina.

Conocer en este caso no se limita a un “saber” de tipo intelectual, sino que hace referencia, fundamentalmente, a una experiencia existencial, que involucra toda la vida del discípulo y que lo va transformando día tras día.

En este sentido, a Jesús, el Cristo, nunca termina uno de conocerlo. Siempre hay algo nuevo.





A veces corremos el peligro de quedarnos en la superficie, de no renovar un conocimiento primero que tuvimos quizás en algún momento particular de nuestra vida de fe. Necesitamos entonces volver a Jesús, sumergirnos en sus palabras y en el itinerario de su vida, con todo el corazón, con toda nuestra vida, y desde los retos, gozos y dolores de nuestra propia historia.

Este continuo volver a Jesús de Nazaret, es tarea de cada día y fuente perenne de vida para nosotros.

Si hemos sido llamados personalmente por el Señor Jesús a ser sus discípulos, hemos de conocer de cerca a nuestro Maestro, saborear e intentar comprender sus palabras, acompañarlo en los acontecimientos de su vida, convivir con él, vivir su mensaje.

Y para todo ello necesitamos leer, y releer, continuamente, los santos evangelios, con ojos y corazón de discípulo, bajo el soplo de Espíritu Santo que nos ha sido dado.

El libro El Reino Escondido, de Éloi Leclerc, hace un recorrido, de la mano de los evangelios sinópticos, de las principales etapas y momentos de la vida de Jesús, el Cristo, desde la infancia en Nazaret hasta la victoria de la Resurrección, pasando por la experiencia desgarradora de la cruz.

En el camino vamos descubriendo como Dios, en la persona de Jesucristo, ha bajado hasta el abismo de lo humano, hasta experimentar él mismo, en su propia carne, el abandono y la soledad de todas las víctimas de la historia.

Es sobre todo en esa experiencia radical de pobreza y vulnerabilidad, donde Dios ha querido mostrarse a todos y todas, como el "Dios con nosotros", el Enmanuel.

En Jesús fueron asumidos nuestros dolores, por él la confianza y la esperanza de los pobres no son en vano, porque de Dios ha venido, y viene, la misericordia, él ha resucitado a su siervo Jesús, y lo ha exaltado sobre todo:

“Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado” (Hch. 2,36).

El grito de Jesús en la cruz, el llanto de todas las víctimas de la historia, ha tenido una respuesta contundente: Cristo-Jesús ha resucitado y vive para siempre. Aleluya.

¡Feliz día de Cristo, Rey del universo!

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