jueves, 7 de abril de 2011

EL OFICIO DE PENSAR

Playa El Médano, Tenerife

Parado frente al mar una tarde de primavera, escuchando el zigzagueo de las olas sobre la arena negra, practico el oficio de pensar.

Pensar es ver la realidad que toca, me digo, evocar los datos de la experiencia, partir de esta vida nuestra tan prosaica, con sus rutinas, y sus sorpresas.

Para pensar los cinco sentidos han de estar despiertos.

Pensar es desmenuzar esos hechos que conforman el mundo de la vida, rumiarlos, dialogar con ellos, compararlos, inferir causas, prever consecuencias, y, sobre todo, intentar encontrar su sentido, o significado dentro de un todo.

Las olas siguen su vaivén sobre mis pies,... pensar también es la humildad de reconocer nuestra perplejidad ante lo que no sabemos, ese saber primero que es confesión de la propia ignorancia, y anonadamiento ante el misterio.

Se piensa con la cabeza, pero también con el corazón. Hay un pensar con las vísceras, y un pensar que es inteligencia espiritual, un atisbo de nuestra dignidad única como seres humanos.

Pensar es escuchar y escucharnos. Pensar es intuir respuestas.

El oficio de pensar está en el Evangelio. Las parábolas, los milagros, las respuestas del Maestro, siempre están interpelando, invitándonos a considerarlo con nosotros mismos, retándonos a descubrir un significado que parece vedado para algunos. Si vamos a construir una torre, el Señor nos sugiere que nos sentemos a calcular gastos; si vamos a enfrentar un ejercito, y vamos en desventaja de personal, lo mismo (Lc. 14,28-33).

El pensar en sí mismo, empieza a anochecer y me encamino a la parada de la guagua, es una forma de actuar, y debe guiar y conducir la acción. Recuerdo que cuando estudiaba Trabajo Social se nos insistía que debíamos reflexionar sobre nuestra práctica profesional, para que no se convierta en un simple hacer por hacer, para que las acciones que tomamos tengan un sentido, respondan a un propósito.

El sol parece una mandarina sobre la Montaña Roja del Médano. Un pensar que no conduzca y guíe la acción es estéril, y, en ocasiones, se convierte en marasmo e ideología. Un actuar que no reflexiona sobre sí mismo no transforma la realidad, es ciego, y, pierde de vista sus objetivos.

Frente al oficio de pensar, Marx nos lanza una advertencia cuando dice que hasta ahora los filósofos se han dedicado a interpretar el mundo, pero que el asunto crucial es transformarlo.

Para nosotros, que hemos sido bautizados con la gracia del Espíritu Santo, pensar es abrirse a la luz del don de Dios que nos habita. Es buscar ese saber que no sólo comprende las verdades que hemos creído, sino que busca saborear el misterio, experimentarlo, y dejarse cambiar por el Señor.

Pensar es buscar el tesoro de la sabiduría, prometida en la Escritura para los amigos de Dios.

Próxima parada, San Isidro. Ya estoy en casa.

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