lunes, 3 de febrero de 2014

La clave de la felicidad: ¡Dar las gracias! ;-)


Un interesante experimento que demuestra la importancia vital que tiene dar las gracias, una actitud emocionalmente inteligente y que redunda en nuestra experiencia de bienestar y felicidad personal.

El vídeo me parece un buen recurso para compartir con los jóvenes en clase, pues muchos de ellos ya están contagiados del virus letal de la ingratitud y de la quejadera. Chicos que viven en una permanente insatisfacción con la realidad que les toca, pequeños tiranos que son incapaces de darse cuenta de todo el amor que les rodea: padres, amigos, profesores,... y que les parece "normal" que la gente se sacrifique por ellos.

Enseñemos a los alumnos a dar las gracias a tiempo por el amor y la atención que reciben. E insisto que sea a tiempo porque nada es permanente y las personas, y las circunstancias de la vida, cambian continuamente, por lo que no hay que dejarlo para más tarde.

Pero dar las gracias no es un asunto solamente de los jóvenes, también nosotros hemos de ser agradecidos con los demás. En esto hemos de ser coherentes, pues los chicos evalúan continuamente si nuestras palabras concuerdan con lo que realmente vivimos. 

La Biblia nos enseña a vivir en una permanente acción de gracias, pues sabemos que en todas las cosas Dios interviene para nuestro mayor bien. Incluso el sufrimiento y los problemas que podemos afrontar no escapan del plan de amor y salvación que Dios tiene con nosotros. 

Todos los cabellos de nuestras cabezas están contados.

La quejadera, en cambio, va minando nuestra fe y nuestra confianza. Siempre recuerdo la experiencia de Israel que relata el libro del Deuteronomio (1, 19-46):  cuando vieron la fuerza de los cananeos que habitaban la tierra prometida en vez de hacer un acto de confianza en Dios, cuyas maravillas ya habían visto, se dejaron arrastrar por el miedo y la falta de fe, y durante toda la noche murmuraron y se quejaron delante de Dios. Las respuesta del Señor fue fulminante, ninguno de ello entró en la tierra prometida, sino que tuvieron que dar un larguísimo rodeo por el desierto, hasta que la siguiente generación ocupo por fin la tierra que se les había prometido.

Seamos, pues, agradecidos con todas las personas que nos rodean, y demos gracias a Dios en cualquier circunstancia de nuestra vida,  para que experimentemos las maravillas del Señor y su gozo sobreabunde en nosotros aún en medio de las dificultades y de los avatares del camino. Amén.