domingo, 8 de noviembre de 2015

La Justicia y el Derecho: el corazón de la Biblia. Una experiencia de taller en clase


Estos días he estado haciendo una tarea con algunos grupos de alumnos, les he invitado a escribir historias de esclavitud y de liberación. Busco con ello que aprendan a reconocer situaciones actuales de privación de la libertad, y la lucha que conlleva todo proceso de liberación de aquello que nos oprime, de aquello que atenta contra nuestra dignidad. Sencillamente, quiero que se "metan" en la situación.

La experiencia de esclavitud/libertad/liberación está en el corazón del mensaje de la Biblia. Cuando leemos sus páginas nos damos cuenta que el tema central es el asunto de la "Tsedeq" y la "Tsedaqah", es decir, la justicia y el derecho. Sólo desde esa clave se puede comprender la absoluta novedad del Dios Yahvé, frente a la experiencia religiosa de los otros pueblos de la antigüedad, con sus panteones de dioses opresores y faraónicos.

Pues bien, quiero introducir a los alumnos en la historia de lucha y de liberación que recorre las páginas del Antiguo Testamento: la manifestación de un Dios único, que no tiene imagen, que no está amarrado a un lugar, y que desvela su rostro amoroso en la lucha por la justicia, un Dios preocupado por el sufrimiento del pobre y del indigente, del huérfano y de la viuda, del extranjero. 

Yahvé, el que ES/ESTÁ, elige a unos esclavos sin papeles, gente sin tierra ni dignidad, pienso hoy día, por ejemplo, en el pueblo saharaui, y los invita a liberarse del yugo del faraón, pero no mágicamente, sino enfrentándose al poder militar de Egipto, con Moisés como líder y con la ayuda de Dios que lucha en ellos y con ellos.

Estos esclavos después de un largo recorrido por el desierto alcanzan por fin la tierra prometida. En el duro camino se han ido convirtiendo en un pueblo, el pueblo de la alianza, han tomado conciencia de ellos mismos, de su excelso destino, de su dignidad.

En Canaan los hebreos fundan un nuevo modelo de sociedad, una sociedad contraste, que no está basada en la violencia de hermano contra hermano, ni en la esclavitud. La clave está en el reparto de la tierra entre las familias que forman las tribus de Israel. Ser el dueño de la tierra es condición imprescindible para ser un hombre libre.


En este sentido, el Israel primitivo es una nación única, un pueblo que no está gobernado ni por reyes ni por sus cortes, que no tiene ejércitos, que no está sometido a tributos. En la asamblea de los ancianos, los jueces administran justicia, dirimen los asuntos entre hermanos. Ellos deben ser un reflejo de la alianza, transparencia del Dios justo y santo, el verdadero Rey de la nación.

Luego, en los avatares de su historia, los israelitas se apartarán de este ideal, se convertirán en una nación como las de sus vecinos, con reyes, con soldados, con impuestos, y ya no se guardará el derecho y la justicia para con el hermano. Los profetas les recriminarán a la cara que se han apartado, precisamente, del ideal de la justicia y la misericordia, la esencia de la Ley, pero ellos no escuchan, y entonces sobrevendrá la catástrofe anunciada, la invasión de Babilonia, el destierro.

Jesús de Nazaret llevará a su plenitud esta experiencia del Dios que se revela en el amor y la lucha por la justicia, basta leer, por ejemplo, el Sermón de la Montaña o la escena del juicio final, para darse cuenta como el tema del pobre y del necesitado vuelven a estar en primer termino: el hambriento, el sediento, el desnudo, el emigrante, el enfermo, el que está en la cárcel, allí se muestra y se revela el Dios viviente.

Los alumnos han escrito sus historias, las hemos leído en clase, algunas son mejores que otras, por supuesto, los chicos no están acostumbrados ni a crear ni a escribir, pero han hecho un esfuerzo por meterse en una situación de esclavitud y por dar una solución liberadora al problema. Les he dado una semana más para que corrijan y mejoren el primer borrador y me lo entreguen. Y volveremos a leer algunos de sus relatos, pues, reconozco, no falta en muchos ni creatividad ni ingenio, sólo es cuestión de remover bien la tierra de los talentos que se esconde en el corazón de los jóvenes.

Con esta experiencia de aprendizaje, espero, ir navegando mar adentro, e irles descubriendo esta apasionante historia, la de Israel, el pueblo de la Biblia, 

@elblogdemarcelo

domingo, 1 de noviembre de 2015

Fiesta de Todos los Santos: 12 rasgos de la santidad en el siglo XXI



Hoy, 1 de noviembre, celebramos la fiesta de Todos los Santos, efemérides que nos recuerda la gran dignidad de lo que significa ser persona, el sentido definitivo del proyecto de Dios sobre el hombre y la mujer: compartir con nosotros el misterio de su propia santidad.

Ser santos no es ninguna proeza sobrehumana, es, sencillamente, vivir en forma auténtica nuestra condición humana, conforme a nuestra vocación y estado de vida.

Tú y yo, y todos, estamos llamados, hoy y aquí, a experimentar el misterio de la santidad de Dios, que es tanto como decir: participar de la propia felicidad del Dios vivo realizando el destino para el cual hemos sido creados.

Pensando todas estas cosas, me he estado preguntando ¿cómo ser santos en el siglo XXI?, porque si bien es cierto que, más allá de las épocas y los lugares, la santidad cristiana es una sola, a veces observo algunos estereotipos sobre lo que significa ser santo o santa que no se corresponden con los tiempos que vivimos, y que, definitivamente, no nos ayudan a comprender el llamamiento universal que Dios está haciendo a cada uno a la santidad.

Hemos de vivir un modelo de santidad que sea acorde a los desafíos del siglo XXI, al contexto que nos toca vivir, sabiendo que la voz de Dios  se deja sentir a través de los entresijos de la historia, con sus luces y con sus sombras.

Hablaríamos así de algunos rasgos de realización actual de la vocación a la santidad, porque se es santo o santa no en un mundo abstracto/ideal sino en el contexto concreto de la historia.

Desde esta perspectiva, podemos identificar, a modo de ensayo, 12 posibles características de la santidad cristiana del siglo XXI:

 1. Santidad “En seguimiento a Jesucristo”: Santidad es siempre camino de discipulado, experiencia de entrega y comunión con Jesús Resucitado, según el modelo de seguimiento que encontramos en el Nuevo Testamento, particularmente en los Evangelios.

2. Centralidad de la Palabra de Dios: Santidad es dejarse transformar por la Palabra de Dios, vivida y orada en la soledad del corazón, y en la asamblea litúrgica. La Palabra de Dios tiene que estar en el centro del camino cristiano.

3. Testigos de la misericordia: Los santos son testigos de la infinita misericordia de Dios que abraza como un fuego a todos los seres humanos. El hombre santo es aquel que ha experimentado más de cerca esta gran misericordia, por lo que está llamado a comunicarla a los demás en medio de la historia.

4. Sentido ecológico de comunión con la creación: Hoy cuando somos tan sensibles a los temas relativos al medio ambiente, necesitamos un modelo de santidad que invite a una comunión respetuosa con la naturaleza, y que apueste por un sentido ecológico de encuentro con la creación.

5. Talante profético frente a la lógica del egoísmo capitalista: Ser santo es desmarcarse de la lógica consumista de las sociedades del mercado. Es ser profeta, viviendo un estilo sobrio y sencillo de relación con las cosas, denunciando con la propia existencia todas las esclavitudes que nos vienen impuestas por la idolatría de la mercancía, por la deshumanización de una sociedad basada en la acumulación insolidaria de bienes y riquezas.

6. Experiencia renovada de la contemplación: Hoy, más que nunca, necesitamos hombres y mujeres que hayan experimentado a Dios en el fuego de la oración contemplativa. Para que lo divino no se convierta en un asunto de meras palabras, lo prioritario es dejarse transformar por el Dios vivo, en la fragua de la contemplación y el encuentro personal con el Señor. 

7. Dóciles al Espíritu Santo: Hombres y mujeres del siglo XXI dóciles a la acción renovadora del Espíritu Santo en la Iglesia, a sus dones y carismas para la edificación del Pueblo de Dios, abiertos a la experiencia siempre nueva de Pentecostés.

8. Sentido comunitario-eclesial de la santidad: Hombres y mujeres santos con un profundo sentido comunitario y eclesial de la vida cristiana. El Santo no vive aislado, es siempre un hombre para los demás, que se entrega a Dios y a los hermanos como miembro vivo de una comunidad eclesial, encarnando el misterio de la  comunión en Cristo, cabeza del Cuerpo.

9. Solidaridad, amor a los pobres, sentido de la justicia: En un mundo preñado por tantas injusticias y desigualdades no podríamos entender la santidad sin una búsqueda activa de un cambio social según el modelo de Jesús en el Sermón de la Montaña”, viviendo la santidad a través de gestos concretos de amor y entrega a los más pobres, de solidaridad con las víctimas.

10. Santidad desde los sanos valores laicales: Los tiempos nos están llamando a ser santos desde los valores positivos del mundo secular, construyendo con los hombres y mujeres de buena voluntad, la sociedad humana: ejerciendo con alegría y espíritu de servicio nuestro trabajo y profesión,… participando en una comunidad de vecinos, haciendo la compra y en el mismo autobús de vuelta a casa.

11. Renovado sentido misionero y evangelizador: En medio de los avatares del secularismo galopante que domina muchos ambientes, se nos invita a vivir la gracia de la santidad, con una actitud misionera y evangelizadora, haciendo presente al Señor más allá del templo y la religión, allí donde los seres humanos se reúnen y comparten las preocupaciones de cada día.

12. Santos y Santas con María, la mujer nueva para el nuevo tiempo: Vivamos nuestra experiencia de la santidad en estrecha comunión con María, la Madre del Señor, en ella se realizan a plenitud las características de la santidad del siglo XXI. María, modelo eximio de santidad en la Iglesia para todos los tiempos.

¿Y tú, hermano, hermana, que otra característica de la santidad del siglo XXI agregarías a este pequeño listado?



lunes, 19 de octubre de 2015

PAISAJES DE OTOÑO 2015: Regresar al jardín















En las primeras páginas de la Biblia vemos al ser humano viviendo en comunión y armonía con las cosas creadas, en medio de un hermoso jardín. Siempre he pensado que esta sencilla imagen esconde verdades muy profundas de la condición humana.

Adán y todos sus hijos estamos ligados a todo lo que respira y existe, somos hermanos del polvo mismo de la tierra, filogenéticamente descendemos de esa masa de materia y energía que después de millones de año dio origen al milagro de la vida.

Nuestro laboratorio fue un jardín, de allí venimos, y por él suspiramos muchas veces.

El pecado rompió esa koinonia de amor entre nosotros y el resto de las criaturas. Surgieron civilizaciones que transformaron radicalmente el paisaje, y a medida que hemos ido creciendo en tecnología, y se han ido expandido las fuerzas productivas, nos fuimos separando del contacto directo con la naturaleza. 

Nuestro desarrollo científico-técnico es impresionante, ¡qué duda cabe!, pero nos hemos convertido en las piezas desechables de un gran monstruo mecánico. Hemos cifrado el objetivo de la vida humana en la acumulación e intercambio de bienes y servicios, y, paradójicamente, la mayoría de la humanidad tiene que luchar cada día en una economía de subsistencia para lograr siquiera el pan cotidiano.

En medio de los efectos demoledores de esta sociedad que nos homogeneíza y cosifica, que nos reduce al papel de consumidores, se infiltra la melancolía y el sin sentido del para qué todo este proceso que nosotros mismos hemos desencadenado. Rumiamos nuestra soledad en estrechos edificios de apartamentos y vivimos el tiempo del trabajo como un castigo. A veces distraemos nuestros dolores en los mundos virtuales que hemos creado, una realidad ilusoria y la mayoría de las veces insustancial. 

Recuerdo ahora, por ejemplo, mis estancias en el norte de Europa, en países con un nivel de vida que ya quisieran muchos, esos ambientes sombríos, de gentes solas, encerradas en sí mismas,  con un deje melancólico en el rostro.

En medio de nuestra deshumanización, sentimos nostalgia por volver al jardín primero, por recuperar lo bello que hay en nosotros.

La contemplación de la belleza del paisaje despierta lo bello, lo bueno y lo verdadero que late en cada corazón humano.

Porque la belleza nos humaniza, nos ayuda a recuperar los sentidos espirituales que tenemos francamente embotados.

Recuperar la sorpresa del primer Adán ante la hermosura inicial de las cosas, tener ojos de niño y admirarse ante las maravillas policromáticas del otoño, sumergiéndonos en el espectáculo de un atardecer, sintiendo la hierba fresca deslizarse en nuestras manos, escuchando el canto de los pájaros y el suave susurro del viento sobre las hojas del árbol.

En una palabra, regresar al jardín.

@elblogdemarcelo








viernes, 16 de octubre de 2015

No hay que ser marxista para estudiar el marxismo


- No es contigo, Marcelo, pero la Religión es un asunto privado que no debería tener cabida en la escuela, y menos en la pública.

Así me decía una persona en un breve intercambio de pasillo esta mañana. No dije nada. Enseguida sonó el timbre y me fui directo para la clase. Después del recreo nos tropezamos de nuevo. Tengo una pregunta, le dije:

-¿Militar en un partido político, por ejemplo en uno de izquierda, es un asunto público o privado?

- Privado, por supuesto

- Y, digo yo, para estudiar las bases filosóficas de ese partido, su ideario político, su concepción del mundo, ¿tengo que ser militante de ese partido? 

- No, claro que no, ¡faltaría más!

- Te lo pregunto, porque me pasé más de la mitad de mi vida universitaria estudiando el marxismo, conozco a fondo sus postulados, sus autores más representativos, Marx, Lenin, los llamados revisionistas, el  Libro Rojo de Mao, etc. Soy capaz de hacerte un análisis marxista de la realidad, conozco su epistemología y su visión materialista de la historia y de la vida.

- Y todo este rollo, ¿a qué viene?

- Creo que el conocimiento de esta corriente filosófica es sumamente importante para cualquier estudioso de las ciencias sociales, y de las humanidades en general. De hecho, si se quiere comprender la historia del siglo XX, hay que saber de marxismo, así de claro. Quienes me formaron en la ciencia de Marx, eran, en su gran mayoría, militantes de izquierda, algunos bastante radicales. Sin embargo, yo nunca he militado, entre otras razones, porque mi visión cristiana ha chocado siempre con algunos postulados básicos del marxismo. Sin embargo, gracias a mi formación, puedo valorar críticamente sus aportes y reconocer sus contradicciones. 

- Venga, Marcelo, vale ya, ¿a dónde quieres llegar?

- En síntesis, que no tengo que ser marxista para estudiar el pensamiento de Marx. Se trata de un conocimiento público que se ofrece en las instituciones académicas, que está en los libros, y que, aunque yo no milite personalmente en sus filas, se considera útil y necesario para comprender el pensamiento y la historia.

Me detuve un segundo. Ella me miraba con la interrogación dibujada en los ojos. Proseguí:

- Pues bien, hace un rato me dijiste que el estudio de las religiones y, en concreto, del cristianismo, era un asunto privado. Imagínate lo que significa la fe en Jesucristo en la historia del pensamiento y en nuestra cultura occidental, su influencia determinante en el arte, en la moral, en la filosofía, en el modo de vida de Europa y de todo occidente, desde San Petersburgo hasta la Argentina, desde las pinturas del Greco o de Van Gogh hasta la misa de Réquiem de Mozart, desde la escolástica hasta el pensamiento de Nietzsche. La teología cristiana es una disciplina universitaria, forma parte de las humanidades, tiene una metodología y un marco conceptual. Eso por no mencionarte los contenidos de mi asignatura relacionados con la historia comparada de las religiones y la antropología cultural ¿Comprender el mundo del Magreb, por ejemplo, obviando el conocimiento del Islam? ¿y dónde dejamos el estudio del hinduismo o del budismo que están en el corazón de oriente? 

- Me parece que no lo has entendido bien, se trata de cosas bien distintas

- ¿Cosas distintas? No, el problema es creer que estudiar religión me convierte en un militante cristiano o musulmán. Ese es el prejuicio y nada más. Militar en una religión, o adherirme a ella, sí que es un tema personal y privado, pero conocerla o estudiarla es un asunto de educación y de cultura, un conocimiento que ayuda a comprender las raíces culturales de la sociedad donde vivo, su pensamiento, su historia, sus manifestaciones artísticas, y que promueve ciertos valores como la convivencia y la solidaridad. Además, ni siquiera se impone a nadie, es un estudio elegido libremente por el alumnado o por sus padres. En este sentido, la Religión en la escuela representa una opción de libertad, de tolerancia, la posibilidad de ofrecer una educación integral donde todas las áreas del conocimiento estén presentes.

- Venga, veo que te lo has tomado muy a pecho. Es lógico que defiendas tus garbanzos, pero,...

- No, no, no es sólo que defienda mi trabajo. Esto es algo bastante serio. Se trata de derechos, de defender una escuela pública pluralista y abierta, para que la educación no se convierta en una dictadura del pensamiento único, del pensamiento políticamente correcto, y excluya, por motivos que no son académicos sino francamente ideológicos, el estudio de un fenómeno tan importante como la religión y el cristianismo. 

- Mira, ya está, no me vas a convencer, lo siento mucho, pero mejor lo dejamos aquí.

- Vale, vale, por supuesto, cada uno con su visión de las cosas, pero que quede claro que así como no hay que ser marxista para estudiar el marxismo, tampoco hay que ser religioso en la vida personal para estudiar los contenidos de la asignatura de Religión.

Concluido nuestro encuentro cada uno se marchó a sus asuntos. Al final del día volvimos a coincidir en un cambio de hora. Me acerco y le digo:

- Te invito un café

- OK, pero dejemos en paz el temita de la Religión, ¿vale?,...

- Seguro, seguro,... pero quería decirte que voy a escribir sobre nuestra conversación en mi Blog

- ¡No tienes remedio!,... ¡Haz lo que quieras! 

Y nos fuimos juntos a la cafetería. 

@elblogdemarcelo


lunes, 12 de octubre de 2015

Año de elecciones: el discurso vacío de los políticos


Lo suelto de una vez: ¡estoy saturado de la verborrea de los políticos! Un continuo bla, bla, bla, previsible, hueco, salpicado de clichés y lugares comunes, con sus intervenciones diarias y sus encuentros de fin de semana, y, últimamente, sus bailoteos en los platós televisivos. 

Discursos insustanciales, repetitivos, sin creatividad, planos, sin propuestas nuevas para el país. Unos mensajes dirigidos casi siempre al político contrario, mientras el resto de los ciudadanos se limita a contemplar el contrapunteo mutuo de respuestas. Decepcionantes.

Como elector, me siento, francamente, maltratado en mi inteligencia.

Por cierto, alguna vez me he preguntado quien escoge a ese público, casi siempre juvenil, que ponen como tribuna detrás del político cuando aparece dando su discurso por la tele y que suelen mostrar una mirada alelada mientras escuchan embelesados a su líder, como si estuvieran en trance o asistieran a una asamblea de cristianos pentecostales, y estuvieran a punto de gritar: ¡aleluya, hermano! Por favor, que alguien me explique, si es tan amable, de dónde salen estos chicos tan patéticos y tan poco representativos de la juventud española.

Estos días, por ejemplo, al señor Rajoy le ha dado por repetir que votar al PP es de sentido común. A ver, amigo, siéntese conmigo y cuénteme que es eso que usted llama "sentido común" porque yo no me aclaro. A lo mejor se refiere a la lógica de los mercados y de la obediencia ciega a las directrices de la oligarquía financiera que gobierna Europa: recortes, devaluación del salario, precarización del empleo, y demás austeridades habidas y por haber.

La lógica del máximo beneficio, la que convierte todo en mercancía. La lógica que dice que la mejor política para generar empleo es que el Estado no tenga ninguna política real en este punto ¿Plan de choque para enfrentar el desempleo? Ninguno, esperemos a que mejore la economía y entonces, la mano mágica, invisible, del mercado nos traerá el trabajo. Pamplinas.

Todavía recuerdo el eslogan del PP en las anteriores elecciones: "Lo primero es el empleo". ¿Se puede ser más cínico? Lo primero ha sido recortar para poder pagar nuestras deudas, y a estar calladitos que en Europa mandan la Merkel y los bancos. 

Es cierto que los indicadores macro-económicos han mejorado, pero no me venga con la historia de que "el único camino posible" para crear empleo es no intervenir en la generación de empleo.

Cuando escucho a Rajoy hablando de sentido común, no sé los demás, pero yo pienso todo esto.

Pero el PSOE no se queda atrás y a veces me resulta, francamente, más chocante si cabe. Resulta que todo se les va en las típicas frases contra "la derecha derechona", pero que no terminan de aterrizar en asuntos concretos. A ver señor Pedro Sánchez, siéntese, déjese de apelar a los viejos fantasmas de "izquierda-derecha" y dígame ¿tiene usted un plan económico distinto al del señor Rajoy?, ¿se va a enfrentar a las políticas neoliberales europeas? Le cuento que don Zapatero no pudo, y se plegó totalmente, incluso reformando la constitución para garantizar a nuestros acreedores que lo primero es pagar, aún a costa de las políticas sociales. Una reforma, por cierto, bastante bochornosa para un partido como el suyo.

Lo que he visto hasta ahora es a la gente del PSOE intentando convencerme de lo malo, corrupto e ineficaz que es el PP, obviando todo logro posible de este gobierno. Ni siquiera les escucho reconocer la mejora de los indicadores económicos, y si alguna vez lo reconocen, el mérito nunca es de Rajoy y sus políticas, sino de otros factores coyunturales. Todo muy previsible.

El colmo para mí fue el otro día cuando escuché al líder de este partido decir por todo el gañote que vivíamos mejor en tiempos de Zapatero. Alucinante, la verdad.

Tengo la impresión de que el PSOE se quedará en estas elecciones en eso, denunciar los casos de corrupción del partido contrario, minimizar todo lo que pueda los suyos propios. Y hacer propuestas que no afecten directamente a la economía y al empleo, como su discursito anti-religión de estos últimos meses, y que les hace sentir, ¡uf! ¡uf!, muy de izquierdas e hiper-progres.

La realidad realísima es que bastante mal parada ha quedado la religión con el PP, por lo menos en el terreno de la reforma educativa de la Ley Wert. Esto nunca lo dirá la prensa de izquierda, por ejemplo El País, porque significaría desmontar ese mito de un "partido de derecha conservador que apoya a los católicos" y dejaríamos a la pobre izquierda casi sin distintivo.

A ver si me explico bien, la gente de izquierda necesita un PP que aparezca en los medios como aliado de la Iglesia. Eso les hace sentir diferentes, y que tienen una identidad. Pero yo que soy católico, y vivo en España, y para colmo de mi desfachatez trabajo como profesor de Religión, les digo que no es así, que en realidad el PP es tan laicista como el PSOE. Espero que me perdonen por mi tentativa de "desmitologizar" el discursito este típico de la izquierda española, pero es que realmente me parece que alguien debería decirlo, para que no nos engañen tan por la cara.

Claro, hay diferencias en la estrategia comunicativa. El PSOE, como lo usa como bandera, es más sincero y directo en sus ataques a los católicos; en cambio el PP actúa más a lo zorro, dándonos la puñalada por detrás, mientras nos sonríe esperando que votemos por ellos. 

Básicamente la oferta del PSOE se reduce a eso: promover políticas liberales en materia de moral, identificarse con el laicismo y poco más. Lo grueso, lo que tiene que ver con la economía y los derechos sociales, la raíz de la "cuestión social", eso, en realidad, apenas lo puede tocar. Europa les ha amarrado las manos.

Lo veo así porque la Unión Europea es, esencialmente, un proyecto neoliberal de sociedad, que condiciona nuestra soberanía en materia social y económica. Una verdadera trampa para países como España y que deja a los partidos de izquierda con muy poco margen de actuación en materia económica, e incluso social. 

Una Europa, por cierto, también llena de discursos vacíos, grandilocuentes, y completamente prescindibles y soporíferos.

En fin, no digo más, pudiera incluir en mi comentario a los nuevos actores que aparecen en el mapa político de España: Podemos y Ciudadanos, pero, temo cansarles con mi plática, así que lo dejamos para otra ocasión.

Sirva lo que está escrito de desahogo y de defensa ante la avalancha de palabras con que nos asaltan quienes procuran nuestro voto… Y las que todavía nos faltan por soportar de aquí hasta las elecciones de diciembre. Paciencia, mi gente.


@elblogdemarcelo


jueves, 8 de octubre de 2015

Ciencia y religión: Me declaro científico y creyente. Inteligencia, admiración y fe


¿Ciencia y religión se excluyen mutuamente? ¿Son enemigos irreconciliables? De vez en cuando me he tropezado, en compañeros profesores e incluso en algunos alumnos despistados, con objeciones del tipo: "es que yo soy científico, sabes, a mi esto de la religión pues no me va,..." A veces no digo nada, a veces respondo con alguna ironía del tipo: "Y claro, seguramente yo vivo en el Medioevo, tío".

Este prejuicio en contra de la religión es tan fuerte que por más que lo explique, y lo vuelva a explicar, y lo re-diga por activa y por pasiva, reflorece todos los años en las mentes de los jóvenes. Por cierto, ¡qué virus tan espantoso son los prejuicios de cualquier estirpe! Los expulsas por la puerta y se te cuelan por la ventana. Claro, no tienen un fundamento racional, no se atienen a razones ni a conceptos claros y distintos, son míticos en sentido estricto, es decir, creencias generalizadas que no se someten a la razón crítica y que terminan condicionando la valoración que hacemos de los hechos.

Quiero declarar desde mi fe católica que amo entrañablemente la ciencia y el conocimiento, que bendigo a Dios por la biología molecular, la física, la geología, la química, que me declaro devotísimo del método científico y del experimento, de las hipótesis y los estudios estadísticos. 

Y porque los católicos amamos la ciencia y el conocimiento, porque sentimos con particular apremio la necesidad de cultivar todas las ramas del saber humano, la Iglesia promueve la educación alrededor del mundo, patrocina universidades, institutos de investigación, academias, y  entre sus filas hay matemáticos, físicos, astrónomos, lingüistas, historiadores, sociólogos, médicos, etc.

Asumimos este nuestro amor al conocimiento y al quehacer de la inteligencia humana desde una mirada creyente, es decir, pensamos que el orden causal, las determinaciones, que descubrimos en los fenómenos que estudia la ciencia no son fruto del azar o de la mera casualidad, sino que responden a un propósito, tienen un sentido y un significado. Investigar este por qué primero, indagar sobre las preguntas últimas, es tarea de la filosofía y también de la teología.

Que conste que no necesito conocer cara a cara a Leonardo Da Vinci, por ejemplo, para saber que alguien, se llame como se llame, dibujó y pintó la Mona Lisa. Creer que este célebre cuadro se ha pintado solo, o por casualidad, entre millones y millones de posibilidades que había en el universo, lo siento pero atenta contra mi razón. Porque, además, basta mirar la pintura para darse cuenta que la obra tiene una intención, esa sonrisa tan enigmática, esos colores, esa mirada,... No señor, nada es casual, detrás está la mano de una inteligencia creadora.

A mí me asombra, lo digo como lo siento, que haya gente que se plante frente a la maravillosa "pintura" de la naturaleza, pensemos por ejemplo en la belleza helicoidal del ADN molecular, y afirme que todo ha surgido por simple azar. Y que argumenten que cómo no han conocido en vivo y en directo al "Leonardo Da Vinci" que pudiera estar detrás, pues han llegado a la conclusión de que, sencillamente, no existe.

No le falta razón al diablo cuando le aconseja a su bisoño compañero, en el conocido libro de C. S. Lewis "Cartas del diablo a su sobrino", que procure alejar a su paciente humano de todo tipo de argumento o razonamiento que busque la verdad pura y dura de las cosas, esas razones de peso que no se conforman con la jerga que está de moda.

En este debate ciencia-religión es bueno puntualizar que ni la Biblia ni la Tradición cristiana (con T mayúscula, please) dan respuesta alguna al cómo se suceden los fenómenos, no son manuales de ciencia ni son leídos o interpretados literalmente. Son textos esencialmente religiosos, su clave hermenéutica es distinta, testimonian verdades profundas que ha vivido, y celebrado, el pueblo de Dios a lo largo de su caminar en la historia.

Nuestra fe en Dios se alimenta de nuestro amor a la ciencia y al conocimiento, investigar y desentrañar los secretos del cosmos suscita en nosotros sentimientos de admiración y de estupor. Tantas maravillas, tanta belleza, tanta sabiduría. Lo que existe, lo que descubrimos con nuestra inteligencia testifica la presencia del creador: "Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad,..." (Rom 1, 20)

Tengo en la memoria algunas críticas que meses atrás algunos medios dirigieron al programa de Religión porque se proponía como objetivo, entre otros, suscitar en el alumno sentimientos de admiración ante la maravilla de lo que existe. A estos criticones de oficio les mandaría a leer los primeros párrafos de la Metafísica de Aristóteles, allí el filosofo nos habla de que es, precisamente, la admiración, la sorpresa frente a la novedad cotidiana del amanecer, el origen de todo conocimiento.

Sobre este tema tan debatido siempre me queda la sensación de que no he dicho lo suficiente, así que volverá a aparecer, ya lo verán, y diré más cosas, que no termino nunca de explicarme, y ya saben algunos como casi siempre me pilla el timbre con la palabra en la boca.

Celebremos está feliz amistad de la ciencia y la religión, cada una, eso sí, con su autonomía, pero llamadas a dialogar y a complementarse mutuamente.

Auf Wiedersehen!

@elblogdemarcelo


domingo, 6 de septiembre de 2015

Lo siento, Maluma, pero yo también "borro cassette"




En estos días he estado haciendo zapping por Internet, buscando canciones para animar mis primeros encuentros con los alumnos del nuevo curso. En esas andaba cuando me tropecé con esta canción, un verdadero hit del verano con más de 28 millones de reproducciones en Youtube, "Borró cassette" del cantante juvenil colombiano Maluma.

Normalmente no me fijo en este tipo de canciones, pero tomando en cuenta su ranking de popularidad y alguna que otra frase que había pillado en Facebook sobre el "borró cassette", decidí escucharla con atención.

La situación que se canta no tiene desperdicio. En una noche de tragos, y bajo los efectos del alcohol, un chico mantiene relaciones sexuales con una chica que conoce esa noche. A la mañana siguiente él intenta retomar el contacto pero ella le responde que no se acuerda, que sería una consecuencia de la borrachera, porque "ella no se besa con cualquiera", en definitiva que "borró cassette", pasó de página, lo olvidó.

A pesar de que él dice que le interesa la chica y que no deja de "pensar en su belleza", su actitud no es nada inocente. En medio de la canción nos lanza la perla:  "Te dije, mami, tómate un trago y cuando estés borracha pa´ mi casa nos vamos,...". Luego, hacia el final, nos aclara sus intenciones: "Te estoy buscando a ver si lo repetimos, esa noche que bien lo hicimos, entre tragos nos desvestimos,... las botellas que nos tomamos, a la locura que nos llevaron, lo mucho que vacilamos, imposible no recordarlo".

No hace falta hacer un análisis muy profundo para darse cuenta de la realidad tremenda que aquí se muestra y que viven hoy muchos jóvenes: relaciones sexuales efímeras, promiscuidad, desvinculación afectiva,... todo ello mezclado con un consumo frecuentemente abusivo del alcohol y de otras drogas.

Además, nos encontramos claramente ante una situación de abuso en las relaciones hombre/mujer: permitir o incitar a una chica a que se emborrache para tener sexo con ella es, sencillamente, no respetarla como persona, y, de paso, tampoco respetarse a sí mismo como hombre. En este sentido, no es de extrañar que ella quiera "borrar cassette", este guaperas de discoteca no la ha conquistado, dejó que ella se propasara con los tragos, y, viéndola en ese estado, se ha aprovechado de la situación. Un hombre así es preferible olvidarlo.

Lo siento, Maluma, pero estoy totalmente de acuerdo con ella, te has comportado de una manera  abusiva e irresponsable. En un caso así, yo también borraría cassette. No vales la pena, tío.

La canción de marras, su popularidad, refleja esta sociedad hedonista y narcisista en la que vivimos. La educación sexual que han recibido los chicos, si es que alguna enseñanza les han dado sobre este tema, se ha centrado, sobre todo, en el uso de los métodos anticonceptivos y poco más. 

Humanamente hablando, hemos empobrecido nuestras relaciones, hemos reducido la dimensión sexual a lo meramente genital y placentero. Esta sociedad somete el apetito sexual natural, especialmente de los jóvenes, a una hiperestimulación constante, generando individuos ansiosos, insatisfechos, inmaduros, egoístas, siempre queriendo repetir y repetir porque una sola vez no les sació, y por eso venga a buscar, y venga, y venga.

A veces el "premio" de una relación sexual vivida así es una mayor soledad afectiva. Una soledad, una carencia, que se quiere "tapar" con sexo y más sexo. Y vuelta a empezar.

Una sexualidad meramente instintiva, y exacerbada por el alcohol, es una verdadera deshumanización de la sexualidad. 

El sexo, por supuesto, conlleva placer, ¡faltaría más!, pero esa experiencia tiene sentido en el marco de una relación humana muy especial, donde se viven ciertos valores: la sinceridad, la fidelidad, el compromiso, la entrega mutua, la comunicación, el afecto, el respeto,... y eso requiere tiempo, no se resuelve en una noche de copas, querido amigo, querida amiga, hay que encontrar a la persona adecuada, conocerla, compartir momentos juntos, crecer, esperar,...

Hemos olvidado, además, que hemos de educarnos en un cierto dominio de nuestros instintos. No nos comemos todos los dulces que nos apetecen porque engordaríamos, reventaríamos y moriríamos. Educar la sexualidad es saber decir "no" cuando haga falta. Aunque me apetezca, por respeto a mi mismo, a mi cuerpo, a mi pareja, no corro detrás de todas las solicitudes sexuales que se me presentan.

Respeto, a uno mismo y a los demás. Ahí está el detalle, como diría Cantinflas.

¿Forma esta enseñanza parte de los programas de educación sexual que se imparten hoy día? Lamentablemente ninguno de lo que he visto en España hablan de estas cosas, por lo contrario en algunos se invita directamente a los chicos a que busquen el placer sexual por el placer mismo. Manda narices.

Nadie le habla a los chicos de las verdades profundas del amor humano y de la pareja. Buscan el amor real de un otro "yo" que les quiera sinceramente, que quiera caminar con ellos, y le damos pornografía, métodos anticonceptivos por un tubo, noches de botellón y canciones de Maluma.

En esta materia, estoy convencido, la propuesta de vida cristiana tiene mucho que decir y que anunciar, porque toca las raíces de nuestro ser, porque responde a las exigencias más profundas del corazón humano. A la luz de la Palabra, descubrimos que la sexualidad y el amor no son un juego de una noche, sino un regalo de Dios, un don que debemos vivir libre y responsablemente, abiertos al amor, a la mutua donación de los que se unen y se encuentran.

Por otra parte, la moral cristiana es bastante exigente, lo reconozco, ¿cómo decirle hoy día, por ejemplo, a un joven o a una joven que deben esperar al matrimonio para mantener relaciones sexuales? Sinceramente, es como hablarles en chino mandarín. Y sin embargo, no se trata de cumplir este o aquel mandamiento, sino de una visión de la sexualidad y del amor que brota de la buena noticia cristiana, una propuesta humanizadora, que libera, que ilumina el corazón y la vida, que restaura y sana, que da sentido y significado a la existencia.

Los chicos tienen derecho a conocer otros modelos posibles de vivir la sexualidad y el amor. Algunos lo piden casi a gritos.

Seamos valientes, anunciemos estas verdades liberadoras del mensaje cristiano, centradas todas ellas en la gran dignidad del ser humano. Aunque nos toque navegar a veces contra corriente, no nos callemos.

En medio de la confusión reinante, a la mañana siguiente de todas las noches vividas para "borrar cassette", de todas esas relaciones de irrespeto y abuso, relaciones cuyo centro de gravedad era sólo el placer, sobreviene el cansancio, la decepción, el vacío, la nostalgia por encontrar la experiencia del amor verdadero: la alegría inmensa de ser querido y de querer.

De todas estas cosas espero conversar con los chicos en clase. Qué el Señor nos conceda sabiduría y luz en todas las cosas. 

@elblogdemarcelo

lunes, 24 de agosto de 2015

Precareidad


Me asalta a veces un sentimiento muy agudo de precariedad. Veo a través de la ventana de mis días la fragilidad inmensa de mi existencia en el universo.

Mientras escribo un pájaro menudo picotea entre los geranios de mi balcón. Lo veo y sonrió.

Nos pasamos la vida aferrados a nuestras seguridades, ingenuamente nos figuramos que controlamos esto y aquello. Luego, un día cualquiera, en un aparente azar del destino, aquello que era tan sólido, tan seguro, se derrumba.

Vivir es un continuo desgarro.

Estamos arrojados a la existencia, expuestos a que nos pueda ocurrir cualquier cosa. Cambia un gobierno, sobreviene una guerra, perdemos la estabilidad económica, nos enfermamos, nos quedamos sin casa, sin trabajo, hoy nos quieren, nos aplauden, mañana nos abominan, nos rechazan, nos ningunean, nos dejan solos.

Mientras vivimos no hay seguridad.

El pajarito, sorprendido por mi mirada, se ha marchado disparado. Su fugaz visita me hace caer en cuenta de la existencia de mis geranios. Vuelvo a sonreír y prosigo escribiendo.

Hasta aquí soy capaz de sentarme en la mesa de los filósofos. Los mejores de entre ellos han tenido la lucidez de ver nuestro desamparo, y algunos incluso han bajado hasta las profundidades, al centro donde escuece la soledad, y han palpado el fondo abisal de nuestra vulnerabilidad.

Mejor que los filósofos, los poetas.

Muchos se quedan ahí, atónitos, enmudecidos frente al desfiladero por donde se van precipitando una tras otra las vanas ilusiones humanas, nuestros espejismos.

Lo bonito de vivir en el capitalismo de ficción, lo digo no sin ironía, es que procura sedarnos y distraernos para que no tengamos tiempo de pensar en asuntos tan gruesos. Así esta sociedad de vodevil, donde los peores crímenes se convierten en parte del espectáculo, va engendrando hombres existencialmente frágiles que cuando sufren una desgracia se desmoronan.

No nos educan para la reciedumbre, la virtud de lo recio, de mantener la entereza ante las adversidades.

Con la misma navaja afilada que percibo esta nuestra pobreza radical, ontológica, que es lo verdaderamente nuestro; en la otra cara de la moneda, entre tinieblas, abajo de la epidermis, confieso mi fe en la providencia de Dios.

Sin menoscabo alguno de mi libertad.

Mis actos libres tienen un límite, es evidente que me suceden cosas que no he escogido yo. Lo que sí está en mi mano es elegir la respuesta que voy dando a las incidencias del camino. Es el peso de mi presencia inexcusablemente libre en este mundo, de una existencia que asumo con alegría y que me fue dada de manera inconsulta.

Esa libertad que me hace responsable, es, siendo sincero, un gran regalo pero también un peso enorme en el vivir. Pero no renuncio a ella porque me juego mi dignidad.

A Marcelo no le sucede todo el mal que pudiera pasarle, en su vida acontece lo que Dios quiere o permite.

La conciencia de mi fragilidad, el sentido de la providencia, mi libertad, todo ello bien combinado está en el corazón del misterio de mi propia humanidad.  Me vienen a la mente algunas páginas de ese angustiado tan vehemente, don Miguel de Unamuno.

Quería hablar de esperanza, fíjate tú, quería hablar de solidaridad, y he escrito lo que estaba en el subsuelo del corazón. Florece lo que está sembrado. Como los geranios.

Confiamos totalmente nuestra vida a la misericordia de Dios.


 @elblogdemarcelo

sábado, 22 de agosto de 2015

"On the road" de kerouac: la búsqueda de una generación,... ¿tiene sentido el camino?



Siendo un estudiante universitario leí la novela de Jack Kerouac, "En el camino", la historia de un joven de Nueva York que emprende un viaje a través de Estados Unidos, transportándose casi siempre a dedo, hasta alcanzar la ciudad de San Francisco ("Frisco" en el argot juvenil del momento), el epicentro del movimiento hippie de los sesenta. Entreverado con la historia, aparecen los amigos del protagonista, unos personajes underground, inadaptados, que lo acompañan en su travesía, y que comparten su búsqueda del sentido y del significado del camino.

Los temas se suceden en la novela con verdadero vértigo: el amor libre, las drogas, el jazz, el budismo, la experiencia mística, Nietzsche, Dios, la amistad, la libertad, el sentido y la experiencia de vivir. De fondo, la metáfora del camino, que en sí mismo ya es parte del destino de cada caminante.

"Ponerse en camino", traduce una actitud de ruptura frente a las verdades cómodas, el espejismo de nuestras seguridades y convencionalismos, nuestros viejos valores y creencias que, sinceramente, aburren, y ni nos mueven ni nos ilusionan.

Hay una frase mágica que se repite en varios lugares del relato, to be excited with the life, "estar entusiasmado con la vida", lo que significa estar "flipado" con la experiencia alucinante de estar vivo y de respirar. Para mí, sin duda, el mejor testimonio de Dios mismo, pues ¿qué mayor revelación de lo divino que sentirse vivo y palpitando?

Jack Kerouac fue el autor emblemático de la llamada generation beat, la cual no es sólo un modo de concebir la literatura, ligada al automatismo del lenguaje y a la escritura como búsqueda espiritual. Los escritores “beat” representaron, además, la experiencia de toda una generación que quiso rebelarse frente a las ataduras de una sociedad de consumo, estereotipada, que idiotiza a sus nuevas generaciones con sus mensajes/masajes que disfrazan sus injusticias e incoherencias.

Fue, básicamente, en los sesenta cuando los valores tradicionales, entre ellos también los religiosos, se resquebrajaron. El reclamo fue un modo de vida alternativo, en ruptura con lo establecido: el amor libre, la experiencia con las drogas, el rock, la libertad frente a todo autoritarismo, la vuelta a la naturaleza, la comuna, la búsqueda de lo espiritual en las religiones orientales.

En medio de este reclamo por volver a la libertad primera del hombre "natural", ¡qué anhelo tan acuciante por hallar un sentido, por encontrar una raíz espiritual que centre la vida!

El movimiento juvenil de los hippies fue devorado, y domesticado, por la voracidad del mercado capitalista, que convierte todo en mercancía y fetiche de intercambio. Pasan las décadas, muchos de nuestros jóvenes del siglo XXI, despolitizados, hipnotizados por la cultura instantánea del ordenador y el móvil, atrapados en un hedonismo narcisista, entre los libros de autoayuda y los reality shows, dan la impresión de estar bien "adaptados" bajo el régimen de sus mayores.

Cuando, por fin, bajan al planeta tierra, y dejan de soñar en convertirse en "famosos" o en estrellas de fútbol, su anhelo más humilde es llegar a conseguir un empleo que les permita vivir, o sobrevivir, decentemente. De rebeldía, la mayoría, nada de nada.

En mis estudios de teología, un "saber" sobre Dios en "diálogo" con los hombres, tuve como interlocutor a Jack Kerouac y su historia. De hecho, en mi trabajo final sobre el tema de la revelación, inserté un párrafo de la novela donde se habla de la certeza de Dios, por la contemplación del misterio mismo de la existencia, aunque su demostración racional nos resulte a algunos oscura o problemática.

Yo, que también vivo On the road, estoy encontrando el sentido de mi viaje existencial en el profeta Jesús de Nazaret, en quien he ido descubriendo al Hijo del Dios vivo, aquel que buscaban sin saberlo los colgados de la novela.

El Dios de Jesús, un Padre bueno que ama la vida y que nos convoca a “desinstalarnos”, a ponernos en camino hacia el San Francisco del cielo, viviendo, a trancas y barrancas, el santo Evangelio e intentando practicar, en lo prosaico de cada día, el mandamiento nuevo del amor fraterno.

Y es que, por distintas sendas, todos caminamos a San Francisco, con flores en nuestra cabeza.

@elblogdemarcelo