sábado, 18 de julio de 2015

Hazte un favor especial: perdona



Se nos olvida que el perdón es una medicina para nuestro espíritu y cuerpo. Perdonar a quien nos hace daño, va mucho más allá de hacer un bien sobre quien nos trató mal, es un beneficio para nosotros mismos. Quien almacena dentro de sí mismo rencor, dolor o ganas de venganza, no vive feliz ni puede relacionarse con los demás de forma natural.

Que las enemistades no permanezcan en nuestro corazón. Cuanto más las retengamos, más viciarán nuestro mismo corazón ‪‎San Agustin (Sermón 114,4).

Se suele decir que el perdón es complicado y es cierto. Cuando alguien nos hiere aparece una herida en el alma que no puede desaparecer sin más, sin dejar rastro. Incluso si nos proponemos con todas nuestras fuerzas perdonar, nuestro instinto de auto-defensa nos dice que tenemos que tener mucho cuidado y defendernos de esa persona. Defensa, que al final termina en venganza o en la triste indiferencia.

Para sanar la herida que nos han causado sólo existe una medicina: la Gracia de Dios y un Médico: Cristo. El tratamiento tampoco es instantáneo, ya que requiere mucha oración, reflexión y confianza en el Señor. Orar por quienes nos han hecho daño, es algo que suele parecernos imposible, pero resulta ser un primer paso que alivia nuestro dolor. Desear y pedir al Señor que cuide y ayude a quien nos han herido, empieza a curar la herida. Conforme pasan los días y los meses, la herida irá reduciéndose hasta desaparecer. La confesión es un bálsamos maravilloso, pero a veces necesita de un proceso previo de oración que no solemos hacer.

Digamos que tendemos a desarrollar nuestra vida espiritual como si fuese una máquina. Esperamos que todo responda a una mecánica de pagar, pulsar, esperar y recibir. El alma no es una máquina de venta de bebidas, que se echa una moneda, se selecciona el producto y la bebida aparece en la parte baja, lista para tomar y refrescarnos.

El perdón se parece más a el proceso de creación de una figura en barro o arcilla. Las Manos de Dios son las que dan forma al perdón. Nosotros nos ofrecemos a nosotros mismos, nuestra voluntad y nuestra confianza en el Señor. El agua que penetra y hace que el barro duro y seco se convierta en maleable, es la Gracia de Dios. Las manos de Dios se saben mover para dar lugar a algo nuevo y bello que antes no existía. Una vez lista la figura, se necesita tiempo para secar y otro rato adicional para pintarla, hay que tener paciencia.

Cuando ya esté lista, es cuando se la podemos regalar a quien nos hizo daño. En el proceso, la herida habrá desaparecido, siendo sustituida por la Esperanza y el Amor. Un milagro que no solemos hacer porque “no tenemos tiempo”. Mientras, andamos por el mundo con las heridas a flor de piel, sufriendo y haciendo sufrir a los demás. ¿A qué esperamos para dejarnos en manos de Dios?

@NestorMN


Tomado de: Aleteia 


1 comentario:

  1. simplemente irene21 de julio de 2015, 1:20

    Gracias Marcelo por compartir este bello consejo. Es muy cierto lo que dices " ... es un beneficio para nosotros mismos", y es verídico, cuando perdonamos de corazón, y cuando hemos pasado por un gran proceso de sanación, de curación, dejándolo en las manos de Dios, es cuando verdaderamente nos curamos en salud, muchas gracias de nuevo, recibe mi caluroso saludo desde tu tierra, gracias de nuevo, y que Dios te bendiga grandemente amigo.

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